“Boyhood”, la película que se filmó a lo largo de doce años, fue producida, escrita y dirigida por Richard Linklater. Quien no es ajeno a tener proyectos cinematográficos que se prolonguen por muchos años como su trilogía de Before Sunrise (1995), Before Sunset (2004) & Before Midnight (2013). En su más reciente película, narra la vida de Mason y su familia. Cómo dijo el mismo director, la película no es sólo un retrato de la niñez, también puede ser de la maternidad o paternidad, sobre crecer y aprender a ser adulto.
En mi opinión, lo que hizo de esta película un fenómeno (además del tiempo en el que se realizó) es la simplicidad de su historia ya que cualquiera se puede identificar con ella, desde el niño hasta la madre. La mayoría de las escenas son momentos por los que todos atravesamos, como la incertidumbre de que hacer con tu vida después de la preparatoria o la forma en la que peleas con tus hermanos o cuándo ves a tu hijo partir hacia la siguiente etapa de su vida sin ti. Todos podemos ver una pequeña parte de nuestra vida maximizada en la pantalla a través de esta familia.
Las referencias de la década pasada “la hacen una película de época hecha en el presente” asegura Linklater. Videojuegos, computadoras y hasta la música te llevan a un pasado reciente. Como sucede con los olores, la música también te puede situar en momentos específicos de tu vida. La película está llena de canciones emblemáticas que muchos escuchamos en nuestra adolescencia como “Yellow” de Coldplay. El mega hit “Crazy” de Gnarls Barkley, del que aún seguimos escuchando covers, o “Somebody that I used to know” de Gotye.
Crecer es algo por lo que todos pasamos pero a veces es muy difícil de sostener como historia en una película, sobretodo doce años. Aunque la premisa es ver crecer a este niño a través de los años, el guión fue un experimento que se concentró en las experiencias de todos los involucrados. Lo extraordinario de “Boyhood” es lo ordinario que son sus acontecimientos. No salen de lo convencional pero eso hace que conecte tan bien con la audiencia. Además de ver a los niños crecer también vemos a los adultos adaptarse a su rol de padres. Algo que no siempre nos queda claro cuando somos pequeños, la posibilidad de que nuestros padres no sean perfectos y cometan errores. No existe fecha de caducidad para dejar de crecer así como tampoco hay una para seguir descubriendo quien eres y continuar aprendiendo. Todos buscamos nuestro “lugar” en la vida sin darnos cuenta de que quienes nos rodean son los que nos dan ese “lugar”. Los momentos que nos moldean sobresalen en nuestra memoria no por dónde estuvimos sino por quien nos acompañó.